lunes, 13 de abril de 2009

Me acostumbro a llegar en autobús por la Nacional 6, de ahí se pueden inferir dos cosas, por lo menos. Cada vez me gusta más estar en Galicia y tengo poco dinero, poquísimo, para poder desplazarme en otro medio de transporte. El autobús que va a Vigo para en Puebla de Sanabria, pueblo bonito que se agarra a un risco como un cuervo lo hace a un poste telefónico, el autobús no para en el risco si no en el antiguo polígono industrial con ventanas rotas por piedras de gamberros, rotas como deberían estar rotas las ventanas de la Torre Agbar. El autobús que va a Lugo para en La Bañeza, pueblo muy feo que se agarra a su propia fealdad. Ayer, en el descanso de rigor, en el que te bajas del autobús y te pones a dar vueltas de aquí para allá mientras fumas esperando a encontrarte con los ojos del amor de tu vida, ya ves tú, pues eso, que no lo encontré... Maletas feas que chocan y tú pensando que a este no le toque sentarse a mi lado, por favor, que este tampoco se siente a mi lado por favor, que este no se siente a mi lado, por favor, que este sí!! este sí!! pero siempre es no...
Ayer en el autobús pusieron dos películas, las dos con tiazos cachas rapados e impresionantes... las dos en inglés porque no las sabían poner en castellano, así que era gracioso ver la cara de todos los integrantes del bus haciendo ver al resto que lo entendían todo cuando realmente no se enteraban de nada, yo también claro...
Al final, en La Bañeza no se subió nadie nuevo que se sentara a mi lado, pero sí lo hizo el chico que tenía detrás en el primer tramo de viaje. Yo me puse bastante contento, ya que le estuve echando el ojo durante bastante tiempo, también le estuve echando la nariz, ya que tenía un apetecible olor a sobaco de niñato de 18. Al sentarse así a mi lado me dije... quizás sí... pero no...

Me dediqué finalmente a la lectura del libraco que propuse ventilarme en Semana Santa, me quedé a poco pero hubo un momento en el que tuve que parar, me está machacando este libro pero creo que debo de leerlo... Cuando los lagrimones me caían por los mofletes y veía que no me iba a poder controlar lo cerré. En el asiento del pasillo de al lado viajaba un loco, pero loco, loco... que se dedicaba a reir a carcajadas continuamente y a tararear las canciones del hilo musical mientras miraba hacia nuestro asiento... Me imagino la inquietud del chico que iba a mi lado, por una banda uno gimoteando y por la otra un chalado que no para de descojonarse... Confieso que a mi también me creó cierto nerviosismo, tanto que estuve media hora maquinando qué hacer si este intentaba cortarme la cabeza tipo Winipeg, ya me veía saliendo del autobús balanceándome en la mano de este sin brazos y sin piernas... a ver quién me cogía la maleta entonces!!!